Escucha la noticia Por Rómulo Lopez Lo empecé a leer en mi adolescencia en los ochenta, tenía un apetito voraz para leer novelas, no sé si lo habré descubierto en la secundaria en las clases de literatura. El caso es que lo leí por primera vez con su obra “La Tia Julia y el escribidor”, cualquier cosa que caía por mis manos sobre lo que el escribía o salía reproducido en la prensa leía de él. Por supuesto leía también a otros como García Marquez, el otro gigante literario del boom de la Literatura hispanoamericana. Eran tiempos en que esas ganas de leer a veces me hacían pensar que podía escribir, aunque no me gustaba como lo hacía, lo encontraba cursi y tenía demasiado temor contar historias personales. También me gustaba leer sobre economía e historia y me gustaba la ingeniería o todo lo que requería pensar en términos de como funcionaban las cosas. Años más tarde lo pude ver por primera vez a Vargas Llosa en 1993 cuando la Universidad Francisco Marroquín, de Guatemala, universidad en la que estudié, le dio el Doctorado Honoris Causa. No recuerdo si ahi lo conocí en persona, probablemente no, eso estoy seguro pasaría más bien en Caracas en 1999 en un evento de CEDICE por su aniversario #15. Venezuela seis meses antes había electo a Hugo Chavez para ser presidente, comenzaba la locura del socialismo del Siglo XXI. La ciudad estaba llena de protestas y contra protestas, y el largo camino hacia la dictadura comunista chavista empezaba. En aquella ocasión recuerdo que llevé un libro recientemente publicado, “Cartas a un joven novelista”, y le pedí que me lo firmara. Fue tal vez, la primera vez que lo pude ver de cerca y aunque fue una de esas situaciones en la cual uno hace una larga fila para firmar libros e intercambiar algunas palabras corteses no recuerdo que le habré dicho. Por mi naturaleza introvertida dudo que haya sido mucho lo que le dije, y muy probablemente fue algo torpe dado que en momentos de gran presión la memoria me juega pasadas. Las siguientes veces que lo vi, lo pude ir conociendo por eventos que organizaba Atlas Network, organización para la cual trabajé durante 23 años. Fueron muchas las veces que pude interactuar con él, pero sería pretensioso y falso de mi parte aseverar que yo era la persona clave en esa relación institucional. Eso correspondió a otros en puestos directivos que organizaban y planificaban actividades con Mario, donde se lo invitaba a hablar para algún evento, como la cena que se hizo en el 2011 en Nueva York, en ese entonces Vargas Llosa era, Templeton Senior Fellow de Atlas Network. Dio una memorable alocución que lamentablemente, dado que era una audiencia angloparlante muchos ignoraron en su momento por su fuerte acento al hacerlo en inglés. Mario era un hombre muy puntual y recuerdo que por un error de programación todo iba atrasado y fui testigo de su malestar, dado el tiempo perdido. Una de las pocas veces en que un programa de Atlas estuvo atrasado, pero un testimonio de las grandes audiencias que atraía y que habían causado este desajuste en la programación. El keynote speaker era Mario y por supuesto todo el mundo que estuviera de una u otra manera involucrada en el movimiento liberal de la ciudad y de muchas partes del mundo estaban en esa cena. Pude tratarlo más de cerca por algunos días y conocerlo más a fondo, a nivel personal, en el 2014 por una casualidad. En aquella época mi rol era más que nada operativo en Atlas y poco hacía yo con los programas de la organización. Mis inicios en Atlas fueron como parte del programa de Latinoamérica de Atlas Network, así que conocía a los socios de la organización y ellos a su vez a mí, pero más allá de mantener relaciones de amistad tenía poco que hacer o decidir en sus programas. Eso le correspondía a otro, que voy a omitir su nombre, para que no sea objeto de burla de esta anécdota. Dicha persona me pregunta un día, más o menos con estas palabras. “Mario va a un viaje a Bolivia y me han invitado como parte del programa, junto con el presidente de Atlas (de aquella época), Alejandro Chafuen, otros organizadores locales y extranjeros a un tour por la Chiquitanía boliviana. ¿Te gustaría ir en vez de mí?” Acepté encantado, significaba, después de un ciclo de conferencias en Santa Cruz, estar en un tour de tres o cuatro días con los Vargas Llosa por la Chiquitanía boliviana. Era la oportunidad de conocer personalmente a quien yo admiraba tanto y que había leído con pasión. Para quienes no han escuchado o conocido este maravilloso lugar, la Chiquitanía, o la Provincia de Chiquitos es donde se establecieron las misiones jesuitas entre Bolivia y Paraguay. Los Jesuitas hicieron una forma de evangelización diferente a la que se había venido practicando en el resto de América del Sur. El método de los jesuitas era que había que, no solo educar y evangelizar a los nativos de la zona, si no que el principal medio para hacerlo era a través de la música. La música, un medio de expresión artístico que apela más que nada a las emociones, es un instrumento poderosísimo pues llega a lo más profundo del alma. Estas comunidades de la Chiquitanía aprendieran a tocar instrumentos musicales típicos del siglo XVII y XVIII, órganos de fuelle, violines, flautas, guitarras, pianos, y a cantar, pero con música de cámara como la que se tocaba en la Europa de la época de Bethoven, Mozart, Bach. A pesar de la pobreza de la región y su naturaleza eminentemente agrícola, es un patrimonio cultural vivo que se mantiene y hay pueblos o comunidades que compiten entre ellas por los mejores coros y piezas de cámara que tocan. Es un viaje fascinante por la historia y la tradición de nuestra América que por supuesto a Mario y Patricia encontraron sumamente interesante. A pesar de que los jesuitas fueron expulsados de los Virreinatos por orden de Carlos III en 1767, dichos pueblos siguieron con la tradición musical y en muchos casos preservaron sus instrumentos y órganos de fuelle y guardaron con mucho celo las partituras con música clásica que usaban para interpretar esa música. Fascinante para quienes desconocíamos de este legado musical y resultó sorprendente ver gente humilde, de condición económica precaria, en muchos casos, tocando música o cantando como que si estuviera en los teatros de cámara más rimbombantes de Europa o de las principales capitales Sudamericanas. Imagínese escuchar en el oriente boliviano en una iglesia con piso de tierra, en muchos casos, bellamente decorada en madera por sus artesanos locales, con música de orquesta de cámara como la que se interpreta en el Palacio de Bellas Artes en Ciudad de México o el Teatro Colón en Buenos Aires, o un teatro en Vienna, París o Madrid. El detalle de la historia estaba en que la región de Chiquitos en Bolivia está alejada de Santa Cruz, la ciudad grande y más cercana de esta región y para ir a los pueblos de la región había que transitar por carreteras muy malas, en muchos casos no asfaltadas y de terracería. A lo mejor tomaría un par de semanas hacer el recorrido en carro por la región dado que entre cada pueblo habían casi 8 o 10 horas en dichas carreteras que rompían caderas y riñones a los pasajeros. La alternativa era tomar avionetas o aviones de hélice que interconectan cada pueblo, que tenían pistas de aterrizaje hechas de tierra, o en el mejor de los casos cubiertas de madera de bambú o caña abierta para qué sirvan como base de la pista. Era la única manera de hacerlo rápidamente y visitar tantos pueblos. Usamos la avioneta unas 5 o 6 veces en esos 3 días. Diría que la mayoría estaban aterrorizados de subirse dada lo frágil que eran las aeronaves y hubo dos o tres que prefirieron viajar por carretera de noche, con la excusa de que tenían que estar temprano ayudando con la logística de nuestra llegada a los pueblos. Como me lo confesó una de las personas, este viaje en carro era por pavor a utilizar la avioneta y no por apuro en llegar. Mario y Patricia en algunos de los tramos también se bajaban mareados o aterrorizados de estos aviones, y eso a pesar de que ellos iban en la aeronave más grande y por lo tanto más estable con capacidad para 10 pasajeros. Esta era la razón por la que me había cedido el puesto mi colega. Esta fue una de las mejores partes del tour, siempre me ha gustado volar y desde pequeño tenía una gran curiosidad por cómo funcionan las cosas, por eso siempre iba de voluntario en el asiento del copiloto cuando teníamos que usar la avioneta. Le pedía al piloto de la aeronave que me fuera explicando para que servía cada cosa o como usaba los instrumentos de navegación. El piloto, al ver mi interés, me fue indicando poco a poco como se piloteaba la avioneta, que había bautizado John John, pues era una avioneta de modelo similar en la que se mató John John Kennedy, hijo de John F Kennedy. El último día, el piloto me dejó tomar el timón de la avioneta por unos minutos y hacerla ascender o descender. Por supuesto los demás pasajeros nunca olvidarán esta experiencia pues cuando se dieron cuenta quien estaba al mando por pocos minutos, gritaban descontroladamente que nos íbamos a morir. Yo ignoraba las protestas y solo me sentía como “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry en su avion. Dicho viaje a la Chiquitanía me permitió interactuar con Mario y con Patricia y conocerlos más de cerca y ver como ellos, más allá de lo que uno se podría imaginar, eran una linda pareja de gente normal, sin ínfulas de grandeza o importancia y con una conversación agradable. Fui testigo también durante dicho viaje que Mario era así siempre con todos, con gente de diversa clase social y nivel cultural, siempre atento a lo que uno pudiera estar diciendo e incluso preguntando y que tenía un interés genuino, no falso, ni estudiado en lo que uno podría estar comentando. De la misma manera con la que hablaba con el Gobernador de Santa Cruz o con los más altos dignatarios que tenía en frente, hablaba con mucha soltura y curiosidad con una persona de origen humilde, siempre interesado, preguntando y tomando notas mentales o en un cuadernito. Y por supuesto en las cenas que compartíamos en el viaje también contando las más divertidas anécdotas que uno se pueda imaginar cuando se le preguntaba sobre otros escritores del boom de la literatura hispanoamericana. A muchos conoció de cerca y siempre que le pregunté por alguno en particular algo gracioso o interesante tenía que comentar. Hubo ocasiones adicionales de hablar con él después de aquella vez, pero nunca nada como lo que fue esa experiencia en Bolivia. La más memorable fue la penúltima vez que lo vi en el 2021, en aquella ocasión como una atención especial para mí por cumplir 20 años con Atlas me sentaron en la mesa VIP de Mario Vargas Llosa, con Alvaro su hijo, Carlos Alberto Montaner, Linda y Gina y con mi familia (faltó mi hijo mayor). Tuve la suerte de poder compartir la conversación y la mesa con tres grandes personajes de la política y la literatura del continente a quienes admiro mucho. A Carlos Alberto Montaner lo conocía por ser amigo personal de mi padre y por las muchas veces que fue a Ecuador a dar conferencias en los noventa y más tarde por las coincidencias en los eventos de Atlas Network. Me da una gran nostalgia dicho cena pues empezaba el ocaso de Carlos Alberto y recuerdo vívidamente como todos en la mesa le tratábamos de dar ánimo para que siguiera adelante, escribiendo a pesar de las dificultades que empezaba a tener con el Parkinson y que le impedía expresarse verbalmente de manera adecuada. Mario era muy cariñoso con Carlos Alberto, pero vehemente en dar ánimos a quien fue tal vez su cómplice más cercano en estas lides de las ideas de la Libertad. La última vez que lo vi fue en octubre del 2022, en un evento de la FIL, Fundación Internacional por la Libertad, la Fundación que Mario ideo para unir a quienes creemos en la libertad y promover dichas ideas en Hispanoamérica. Me atrevo a decir, fue el legado no literario, más importante que nos deja Mario Vargas Llosa y que queda al mando de su hijo Alvaro y de Gerardo Bongiovanni, uno de los gestores liberales hispanoamericanos más importantes de la región. Dicha fundación no solo tiene el mérito de llevar adelante el legado político intelectual de Mario, y atrae a personalidades del mundo de la cultura con los liberales, que somos, lamentablemente, por defecto profesional muy economicistas y poco dados a hablar de la libertad, no como el modelo económico más eficiente, pero como el modelo que cultural y moralmente es superior a cualquier otro modelo político existente. Espero que, a pesar de que Mario no era un creyente, el si creía en la espiritualidad como lo ha recordado en estos días Alex Chafuen y que, al llegar al cielo, o al Olimpo si se mantuvo ateo hasta su último respiro, que se haya reencontrado con Carlos Alberto Montaner y se hayan dado un largo y sentido abrazo fraterno al verse. Es imposible entender Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XX sin la presencia valerosa de Mario, que tuvo la fortaleza de carácter de rectificar en sus ideas marxistas y luchar contra esa hidra del socialismo, cuando se dio cuenta del horror que era el proyecto cubano y el socialismo en las Américas. Ojalá podamos, quienes quedamos, tener la energía, la genialidad y la claridad para defender la libertad, y buscar el florecimiento humano de nuestra región y todo aquello contando buenas historias. Como decía Mario, “la literatura es fuego” y solo con ese fuego lograremos derribar las ideas que mantienen en el subdesarrollo a Hispanoamérica. *Artículo publicado en newsletter.miradasur.org el 16 de abril de 2025 *La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo Cuentanos si te gustó la nota
Привет-привет
Интернет-клуб
2025-04-23 18:16:57
7421451
Москвичка

2025-04-23 17:56:58
7421445
Аноним

2025-04-23 16:56:23
7421453
Анонимный пользователь

2025-04-23 17:59:30
7421443
babka

2025-04-23 17:57:11
7421446
Таня из Рязани

2025-04-23 17:57:11
7421448
Beata Undine

2025-04-23 18:13:24
7421449
Ева Бергеp

2025-04-23 17:56:58
7421444
Красоточка

2025-04-23 17:57:11
7421450
Christine Young

2025-04-23 17:59:30
7421447
Маргарита

2025-04-23 17:59:30
7421452
Оратор

2025-04-23 17:59:30
7421442
Диванный Аналитик

2025-04-23 17:57:11
7421454
Зинаида

P E K Л А М А